Según la Comisión Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo se define el estrés laboral como “las nocivas reacciones físicas y emocionales que ocurren cuando las exigencias del trabajo no igualan las capacidades, los recursos o las necesidades del trabajador”.
A la vista de numerosos estudios realizados en este ámbito, se puede concluir que se trata de un producto propio de la sociedad actual en la que estamos inmersos, la cual evoluciona a pasos agigantados, hacia una cada vez más creciente industrialización, dibujándose ante nosotros un escenario laboral que genera una fuerte presión, tanto en el entorno laboral como directamente sobre nosotros. En consecuencia, nos encontramos con una sobrecarga física-mental, pudiendo confluir ambas a un mismo tiempo, y cuyas repercusiones van mucho más allá del ámbito estrictamente sanitario.
En sintonía con la Comisión Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo, el estrés laboral aparece cuando los recursos del trabajador o trabajadora son superados por uno o varios factores laborales a los que no puede hacer frente, siendo sus repercusiones tangibles en los diferentes ámbitos como iremos viendo en lo sucesivo. Siendo su sintomatología muy variable, de carácter fisiológico, cognitivo, conductual o emocional, suele estar acompañada de una gran desesperación por parte de la persona, dado que esta se siente incapaz de controlar dicha situación o situaciones, manifestándose a través de la irritabilidad, depresión, etc., síntomas más evidentes y por lo general casi siempre ligados al agotamiento no solo de carácter físico sino también mental. Debemos entender el estrés como una respuesta fisiológica natural del ser humano, como un mecanismo de defensa ante situaciones nuevas, que el individuo interpreta como una amenaza. El problema se da cuando esta respuesta natural del organismo se activa en exceso o de modo prolongado, lo que puede desembocar en una serie de problemas de salud, constituyendo los actuales entornos laborales un propicio caldo de cultivo para los mismos. Debemos aclarar que no todos los trabajadores/as reaccionan ante el estrés laboral de igual modo, ni un factor que genere estrés en una persona tiene necesariamente por qué generarlo en otra, o con la misma intensidad, es decir la respuesta ante un mismo factor varía entre las diferentes personas.
Además, en el ámbito laboral se conocen dos tipos de estrés: el bueno (que nos mantiene alerta y nos permite progresar en todos los sentidos -es momentáneo-), y el malo (que se vuelve crónico y ocasiona problemas en nuestra vida cotidiana en nuestro entorno social, psicológico, fisiológico y cognitivo. Lo podemos notar mediante un agotamiento excesivo, depresión, enfado, irritabilidad, falta de claridad o inseguridad, entre otros síntomas).
Existen agentes internos o externos perturbadores conocidos como estresores, que vienen siendo aquellos estímulos que provocan la respuesta al estrés. Sería imposible realizar un listado exhaustivo de estos agentes, pero podemos afirmar que todos los estresores forman parte del medio ambiente. Algunos son físicos (iluminación, ruido, temperatura, etc.), otros sociológicos (conflictos laborales, jornada de trabajo, relaciones interpersonales, promoción y desarrollo profesional, etc.) y otros psicológicos (carga mental, control sobre la tarea, etc.). En la historia del estrés confluyen las características de la persona con los estresores ambientales.
Resulta fundamental señalar que el estrés en el trabajo está directamente relacionado con una reducción de la productividad de las empresas y un descenso de la calidad de vida de aquellos que lo padecen, siendo en un importante número de casos motivo de baja laboral, lo que puede hacernos comprender la magnitud de una problemática que, hasta hace poco, no se contemplaba dentro del ámbito laboral, no solo desde el punto de vista del trabajador/a, sino también a nivel empresarial.
Los elevados costes personales, sociales y de organización generados por el estrés laboral y el desgaste profesional, que se han visto incrementados de manera exponencial en las últimas décadas, han dado lugar a que organizaciones internacionales como la Unión Europea y la OMS -Organización Mundial de la Salud-, hagan hincapié en la importancia de la prevención e intervención en el ámbito laboral. El estrés laboral es un problema global que ocasiona pérdidas millonarias en los países industrializados debido al absentismo laboral y la merma de las capacidades productivas de aquellos que lo sufren, reduciendo su Producto Interior Bruto -PIB- y generando importantes gastos sanitarios. Todo ello, nos acerca aún más a la gravedad o magnitud del problema al que nos enfrentamos.
Entre los principales procedimientos de mejora incluidos a nivel organizacional resaltan el rediseño de tareas, la clarificación en los procesos de toma de decisiones, la mejora de la supervisión, el establecimiento de objetivos y procedimientos específicos y delimitados para cada uno de los roles profesionales, las líneas claras de autoridad, la mejora de las vías de comunicación dentro de la organización, la mejora de las condiciones físicas y ergonómicas de trabajo, la mejora de los sistemas de incentivos y recompensas, el ajuste de la promoción de los/as profesionales siguiendo criterios claros, objetivos y equitativos, las mejoras en el ajuste de los niveles de autonomía y responsabilidad del trabajador/a, la flexibilidad laboral y las políticas de conciliación, etc.
De acuerdo con la guía de gestión de riesgo social y estrés que propone la Unión Europea, la empresa debe promocionar la salud creando resiliencia (capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro), y motivando la actividad física y el consumo responsable del alcohol. Para ello, resulta práctico implementar ciertas normas en el día a día del trabajo. Por ejemplo, realizar pausas regulares durante la jornada laboral, dar tiempo para la desconexión de las tareas asignadas y evitar en la medida de lo posible las horas extras. Es importante proponer actividades diferentes en el entorno laboral como medio para la relajación, pudiendo ser estas de diversa índole, según las preferencias o necesidades del individuo.
Otro punto tener en cuenta, es la identificación de los factores de riesgo, como pueden ser la escasez en la variedad de tareas; el trabajo carente de sentido aparente; la sobrecarga y el alto ritmo de trabajo; la falta de unos horarios estables; los controles excesivos y que limitan la participación de los trabajadores/as en la toma de decisiones, factores todos ellos tan comunes en nuestra actual sociedad. También pueden afectar los tipos de contratos, la escasa o baja remuneración, las casi inexistentes relaciones con los jefes o la mala comunicación interna. La acción preventiva debe atender a todos estos factores de riesgo, entendiendo la prevención como el punto principal sobre el que debemos actuar.
Para alcanzar una adecuada sensibilización, es necesario que todos los trabajadores/as sepan reconocer qué es el estrés, tomando conciencia de qué les está sucediendo (reconocer los síntomas de alarma), las causas del mismo y sus posibles secuelas, el impacto que puede tener, y las consecuencias que conlleva. La elección de un enfoque apropiado para abordarlo, de acuerdo al tamaño de la empresa, resulta un punto clave a tener en cuenta, al igual que el tipo de funciones desempeñadas dentro del organigrama empresarial por el individuo.
Estos son algunas pautas que pueden ayudar a disminuir el estrés:
1) Respira profundamente y estírate: la respiración debe ser desde lo más profundo del pecho hasta arriba mientras estiras tu cuerpo. Dar pequeños saltos también te ayudará a relajar la musculatura. Por supuesto, practicar ejercicio físico es una opción muy recomendable que ayudará a mejorar esta situación.
2) Para y frena los actos que te producen estrés: de una forma fácil, mira con atención figuras, colores que te rodeen, imágenes con tal atención como si quisieras memorizarlos. Si tienes posibilidades, escucha música que te haga sentirte bien.
3) Piensa en positivo: intenta buscar soluciones para los problemas y pregúntate cómo puedes hacerlo.
4) Haz actividades creativas: dedícale tiempo a tus aficiones; si no tienes explora y busca cuál te gustaría.
5) Duerme 8 horas: si duermes menos, subirás tus niveles de cortisol en un 50%. Si tu descanso no es óptimo, intenta dormir una siesta de unos 20 minutos.
6) Cambia el trabajo: si has hablado con tu empresa y el problema sigue sin desaparecer, piensa en empezar a buscar otras alternativas.
Hoy en día el estrés forma parte importante en la prevención de riesgos laborales en las empresas, importancia que va en aumento a medida que la sociedad es consciente de las graves consecuencias que un problema tan común acarrea, y que se acrecienta con el paso del tiempo, siendo la prevención la mejor arma posible para combatir un fenómeno tan común y al mismo tiempo tan desconocido como el estrés.
Las empresas deben realizar campañas de promoción de la salud para fomentar la realización de los reconocimientos médicos incluidos dentro de la oferta de los contratos de vigilancia de la salud que se establecen con los servicios de prevención. Es una buena forma de empezar a combatir el estrés: vigilando la salud de los trabajadores. Como ha declarado recientemente Xavier Escales, CEO de Asics (empresa de zapatillas y ropa deportiva): “Nadie querrá trabajar con una empresa que no cuida a las personas”.
Enfermera del trabajo