La primera edición de esta revista va a coincidir con la fecha en la que cumplo 15 años trabajando en el ámbito de la prevención de riesgos laborales. Se me brinda, de esta manera, la oportunidad de contar mi experiencia y compartir mis reflexiones.
Mi visión se limita a la gestión técnica en los servicios de prevención ajenos, puesto que toda mi trayectoria ha estado ligada a ellos. Sin duda hay muchas más realidades, pero también sé que muchos se verán identificados al leer este espacio.
Tuve la suerte de empezar a trabajar en una época en la que la demanda de empleo en el sector era amplia y llena de oportunidades. Todos éramos nuevos y había mucho camino por recorrer. Aunque la Ley de Prevención se había publicado hacía ya unos cuantos años, su aplicación real se había pospuesto en la mayoría de los casos hasta después del año 2000. En los inicios casi nadie era plenamente consciente de las obligaciones empresariales que conllevaba la norma, y el nivel de exigencia no era demasiado grande si lo comparamos con el actual. Esto me permitió a mí, y a muchos de mis compañeros, tener el tiempo suficiente para ir adquiriendo poco a poco los conocimientos necesarios a la hora de prestar un servicio más o menos adecuado a los requerimientos de la época. A veces pienso en las nuevas incorporaciones de personal, que no gozan de este tiempo tan valioso que tuvimos algunos de nosotros, y que tienen que adaptarse a un ritmo muchísimo más grande. Con el paso de los años, y una mayor implicación de la Administración en el cumplimiento de la Ley, la exigencia fue creciendo. Se publicaron nuevas normas y, en consecuencia, nuestra labor fue volviéndose más compleja. Bajo mi punto de vista, el Real Decreto de Coordinación de Actividades Empresariales es una de las que contribuyó de forma más significativa.
La llegada de la crisis económica originó una situación diferente, que afectó también a nuestro sector. Los servicios de prevención que no supieron adaptarse a las nuevas condiciones desaparecieron, y los profesionales también padecimos las consecuencias.
Los cambios producidos con las antiguas Mutuas terminaron de conformar el panorama que tenemos hoy en día. Si bien la situación tiende a estabilizarse, seguimos en un proceso de cambio continuo que afecta, sin duda, al trabajo de los técnicos en prevención. Hay que ser conscientes que las condiciones actuales son diferentes a las de hace 15 años, y es necesario seguir variando el rumbo.
A los servicios de prevención no les basta sólo con ajustarse a la ley de la oferta y la demanda. También hay que cumplir los requisitos impuestos por la Administración y, dada la cada vez mayor judicialización en la que estamos inmersos, ejercer una responsabilidad que vaya más allá del afán mercantilista, inherente a cualquier empresa privada. Hay que incorporar, por tanto, estos factores en la ecuación y tenerlos muy en cuenta. La incógnita se resolverá teniendo la humildad necesaria para ejercer una autocrítica. En algunos ámbitos se sigue viendo a los servicios de prevención como unos simples agentes “quitamultas” o una especie de compañía de seguros. Hay que transmitir al cliente que podemos facilitar una herramienta de gestión, capaz de resolver no sólo sus necesidades legales sino de mejorar realmente la seguridad y salud de los trabajadores. Los servicios de prevención ajenos no podemos limitarnos a vender papel o una simple firma, tenemos que vender conocimiento. Sólo dotándonos de él y aumentando nuestro grado de profesionalización conseguiremos cambiar estas dinámicas. Los técnicos de prevención, sin duda, somos una pieza clave en esto, ya que somos los verdaderos encargados del servicio. Nuestro trabajo, muchas veces complicado, tiene que ser valorado como realmente se merece.
Creo que un técnico de un servicio de prevención ajeno debe ser multidisciplinar, y durante toda su carrera tiene que estar en constante aprendizaje, pero también tiene que conocer sus límites. No se puede ser experto en todo. A mi juicio, el camino pasa por una mayor especialización, clave para aumentar globalmente nuestro grado de conocimiento. Sólo de esta forma, sin dejar de lado la necesaria polivalencia, conseguiremos convencer a nuestros clientes, haciéndoles ver que vamos a aportarle valor a su gestión y que le saldrá a cuenta apostar de verdad por la prevención de riesgos.
La especialización sin duda requiere inversión, pero a mi juicio constituye un paso necesario para tomar el rumbo adecuado. Merecerá la pena.
Técnico en prevención de riesgos laborales