Partiendo de la idea de que, para alcanzar la igualdad de género la educación juega un papel primordial, podemos decir que la educación de las mujeres ha sido un problema social desde que existe la historia. La aportación de las mujeres es indiscutible en todos los ámbitos, en medicina, Gertrude B. Elion inventó el medicamento contra la leucemia y los fármacos que facilitaron los trasplantes de riñón. Y en el ámbito tecnológico, Hedy Lamarr (1940) desarrolló la técnica de conmutación de frecuencias, que años más tarde, contribuye a la creación de la tecnología WiFi y Bluetooh.
En lo que respecta a derechos de las mujeres y su igualdad con los hombres podemos destacar la labor de Cristina de Pizán (1364) que fue una de las primeras “feministas” de la historia, y una escritora reconocida en el siglo XIV. Su obra se basa en la necesidad de educar a las mujeres para que éstas consigan ser independientes.
Años más tarde, Mary Wollstonecraft (1759), escritora y filósofa británica sostiene que, si un hombre puede vivir de su intelecto, una mujer también está capacitada para ello.
Wollstonecraft rompió con los estereotipos de la mujer del siglo XVIII, ya que la tendencia general, en esta época y a posteriori, era mantener a la mujer en el anonimato y publicar sus obras a nombre de sus maridos o tutores legales. Esta realidad se ve reflejada también en la cita “Para la mayor parte de la historia, Anónimo, era una mujer”, de Virginia Woolf.
A pesar de todas estas aportaciones, a lo largo de la historia, las mujeres fuimos consideradas como un ser inferior, segundo sexo, y hasta la propia mujer no aceptaba la idea de la “educación femenina” que se deseaba implantar.
A principios del siglo XIX algunos sectores empiezan a apostar por la liberación educacional de la mujer, pero esta idea fue rechazada ya que se consideraba que la mujer tenía una función social muy concreta, “marido y hogar”.
En 1854, con la Ley Moya se establece la meta de la igualdad educativa entre sexos ya que, hasta este momento, se creía imposible llegar a esta igualdad educacional, pero a pesar de los avances que se introdujeron el nivel de analfabetismo siguió aumentando. No es hasta 1910, cuando se acaba con las trabas legales que impedían el acceso de la mujer a la universidad. Esto es un gran avance, ya que facilita la integración de la mujer en el mercado laboral, aunque la realidad era distinta, ya que a pesar de obtener las mejores calificaciones en las facultades se seguía sin poder acceder a los mismos cargos de poder que los hombres (actualmente, aunque en menor medida, seguimos luchando contra ese “techo de cristal”).
En esta época se propone que los programas educativos sean comunes tanto para niños como para niñas, aunque las niñas tenían que seguir cursando “educación para sus laborales”, dejando visible una desigualdad educativa y manteniendo todavía latente la idea primaria de “educación femenina”, educar para criar, servir y trabajar en casa.
Avanzando en nuestro análisis destacamos en 1915 el nacimiento de la Residencia de Señoritas, dirigida desde su creación hasta su cierre, en la guerra civil española, por la pedagoga María de Maeztu, cuyo fin era fomentar la enseñanza universitaria para mujeres en España.
Con la instauración de la Segunda República en España se produce una profunda innovación en cuanto a la educación de las mujeres, aumentando la cantidad y calidad universitaria, igualando la matriculación de niños y niñas e inculcando valores para la igualdad. Además, se empiezan a tratar temas como el derecho al voto, la igualdad jurídica, el descanso de seis semanas después del parto y la prohibición del despido de las mujeres después de casarse.
En este contexto histórico, y como consecuencia de estos avances educacionales, empiezan a surgir a nivel profesional las primeras profesoras de bachillerato y universidad, así como las primeras inspectoras de educación.
Lamentablemente la guerra civil española provoca un gran retroceso quedando la enseñanza bajo el control de la Sección Femenina y la Iglesia, prohibiéndose la coeducación, obligando a la separación por sexos en las escuelas y diseñando programas educativos distintos para ellos y para ellas.
Llegando a los años sesenta se produce un cambio social en España que origina el nacimiento de grupos de intelectuales que se cuestionan el sistema educativo, surgiendo colectivos de mujeres organizadas en la semiclandestinidad para la defensa de una educación más libre e igualitaria. Empieza a crecer el número de alumnas con estudios secundarios y universitarios y en este momento las mujeres demandan trabajos cualificados. Fruto de estos esfuerzos, en 1970, con la Ley Villar Palasí se reconoce la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y se instaura un idéntico programa escolar para ambos sexos.
Son muchas las mujeres que lucharon, y siguen luchando por esta igualdad educativa, algunas de ellas con nombres conocidos y otras desconocidas, pero no por ello menos importantes, entre ellas se encuentran Drew Gilpin Faust (1947) con su frase célebre “No soy la mujer presidente de Harvard, soy la presidenta de Harvard” poniéndose de manifiesto que durante 400 años de existencia de esta universidad nunca antes una mujer había sido la presidente de esta institución.
También las “hermanas Agazzi” (1870), italianas y pedagogas de profesión buscaron fomentar la independencia educativa de la etapa de educación infantil a través de su método (método Agazzi) basado en respetar la libertad y espontan eidad de los niños y niñas mediante la presentación de contenidos utilizando actividades lúdicas basadas en la espontaneidad infantil.
En nuestro repaso histórico no podemos olvidar figuras como Concepción Arenal (1820) “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles”, precursora del feminismo y que luchó por el derecho de la mujer a cursar estudios universitarios. Ella misma tuvo que vestirse de hombre para poder estudiar en la universidad y obtener su licenciatura en Derecho.
No fue la única que tuvo que vestirse de manera masculina para obtener su titulación universitaria. María Elena Maseras Ribera (1853) es la primera mujer española en pisar las aulas de la Facultad de Medicina en la Universidad de Barcelona como mujer. Se le brindó esta oportunidad por la aprobación de un Real Decreto para que las mujeres pudiesen ir a la universidad, ya que su idea inicial era estudiar desde casa e ir a la universidad para realizar los exámenes.
Para terminar nuestro repaso histórico citaremos a Chimamanda Ngozi Adichie (1977), escritora, novelista y dramaturga nigeriana y su obra Querida ljeawele. Cómo educar en el feminismo donde expone las ideas de cómo educar en la igualdad desde edad temprana. En esta obra, Chimamanda dirige una emotiva carta a una mujer que acaba de dar a luz y le da quince sabios consejos acerca del amor por los orígenes, el respeto, la cultura, el rechazo de los estereotipos y la lucha por una sociedad más justa.
“El feminismo es un pensamiento, un proyecto social, una alternativa, una manera distinta de ver el mundo”
Precisamente estas premisas son parte de la filosofía de muchos de los movimientos, corrientes y asociaciones actuales que siguen luchando por los derechos de las mujeres. Le damos voz y espacio a María Montenegro, portavoz de Marcha Mundial das Mulleres -MMM-, para que nos relate su labor y el trabajo que desarrollan desde la asociación.
María, cuéntanos, ¿cómo surge MMM? ¿En dónde tiene su origen?
MMM nace en Quebec, entre el año 1995 y 1998, aunque fue en el año 2000 cuando toma dimensión internacional mediante actos simultáneos en la ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
¿Quiénes formáis el movimiento MMM?
MMM es un movimiento internacional de acciones feministas que reúne grupos y organizaciones de mujeres que trabajan para eliminar las causas de la pobreza y de la violencia contra las mujeres. Luchamos contra todas las formas de desigualdad y discriminación hacia las mujeres. Nuestros valores y acciones se orientan a un cambio político, económico y social, los mismos que se centran en la globalización de la solidaridad, en la igualdad entre mujeres y hombres, entre las propias mujeres y entre los pueblos. El respeto y reconocimiento de la diversidad entre las mujeres, en la multiplicidad de nuestras estrategias, en la valoración del liderazgo de las mujeres, y en el fortalecimiento de alianzas entre las mujeres y otros movimientos sociales progresistas.
¿Cuál es vuestra filosofía? ¿Qué os mueve?
Aumentar el alcance y el impacto de nuestro análisis. Un análisis que nos lleva a querer redefinir las reglas políticas, sociales y económicas que nos rigen. El feminismo es un pensamiento, un proyecto social, una alternativa, una manera distinta de ver el mundo. El feminismo va más allá de la simple constatación de las desigualdades y de la necesidad de permitir el acceso al poder. Deshacer los sistemas que perpetúan el miedo a la diferencia, que atizan el odio de las diferencias y justifican la violencia: denunciar los sistemas que generan la exclusión y aumentan la dominación.
¿Cuáles son vuestros objetivos a corto-medio plazo?
Fortalecer y mantener un amplio movimiento de solidaridad entre todas las mujeres y organizaciones de base para que la Marcha constituya un gesto de afirmación de las mujeres del mundo.
Seguir construyendo y fortaleciendo un amplio proceso de educación popular donde todas las mujeres puedan analizar por sí mismas y para ellas mismas las causas de su opresión, de su discriminación y las posibles alternativas.
Poner en práctica las reivindicaciones y las alternativas comunes a los movimientos de las mujeres del mundo, a escala local, nacional, regional e internacional, en torno a los temas de la pobreza y de la violencia cara a las mujeres.
Ejercer presiones políticas sobre los gobiernos y las instituciones políticas multilaterales, por ejemplo la ONU, para que realicen los cambios necesarios para mejorar las condiciones y la calidad de vida de las mujeres del mundo, incluyendo una política de desarme y de resolución pacífica de conflictos, el fin de todas las impunidades y de la corrupción, el uso de la violación como arma de guerra, las ocupaciones y la presencia militar extranjera al igual que la imposición de bloqueos político-económicos.
Rechazar y denunciar las instituciones internacionales financieras, económicas y militares que empobrecen y marginan a las mujeres e incrementan la violencia hacia ellas, y trabajar con propuestas institucionales alternativas.
Llevar a la población en general, a los otros sectores de la sociedad y a los movimientos sociales a apoyar y realizar los cambios que sean necesarios para mejorar la posición, las condiciones y la calidad de vida de las mujeres del mundo entero.
Desarrollar e implementar acciones y propuestas que denuncien a las instituciones económicas y financieras que promueven la explotación y degradación de nuestros recursos, cambio climático y pérdida de biodiversidad. Luchar por una autogestión de nuestros recursos ambientales que se base en un modelo de desarrollo que respete las necesidades básicas de las generaciones presentes y futuras.
Para la consecución de todos estos objetivos, ¿os sentís apoyadas o bien acogidas, es decir, tenéis apoyo de alguna Administración, otra organización…?
Tenemos apoyos necesarios para poder desarrollar nuestras actividades, pero intentamos que estos apoyos sean económicos porque nuestra autonomía está por encima de cualquier apoyo institucional. Dependiendo de la región, las alianzas son muy variadas, a nivel internacional tenemos vínculos con colectivos como Via Campesina, entre otros.
¿Con qué proyecto(s) estáis en estos momentos?
Ahora mismo acabamos de tener el XI encuentro internacional en Bilbao, el pasado mes de octubre, en el que reflexionamos sobre el contexto global y su incidencia en la vida de las mujeres y planteamos la quinta acción internacional, que haremos en el 2020.
Y en base a esas reflexiones que comentas, ¿cómo definirías, o cómo percibís, la situación actual de la mujer que quiere emprender o de la mujer en el mercado laboral?
Compleja. Emprender o incluso trabajar, para una mujer no significa solvencia económica, sino más bien trabajo en exceso. Ese es el problema, que a veces el trabajo no genera los beneficios necesarios económicamente y tampoco en el ámbito profesional ni personal. Pienso que hay que darle una vuelta al trabajo remunerado y posicionar en el centro del debate el trabajo no remunerado, ese que es indispensable para la vida, sin el cual no podemos sobrevivir.
Sí, normalmente parece que nos autoexigimos o que la sociedad nos exige ser supermujeres o mujeres imparables. ¿Qué es para ti una mujer imparable?
Me encanta la definición, pero yo no quiero ser imparable, ni una supermujer, quiero asumir mis limitaciones, parar si es necesario, poder valorar la vida desde toda su dimensión, no solo desde la productividad. Estos valores de producción están muy relacionados con el capitalismo, que a las mujeres nos deja en posición de pobreza en muchos casos. Necesitamos tiempo para el buen trato y los cuidados, para la vida en general, y no solo para la lucha o para la economía, lo personal y político; y se hace política desde el autocuidado, la autodefensa, las masacres que sufrimos a diario.
Yo creo que quiero parar y non ser imparable.
Departamento de Formación