Cuando estaba pensando en el tema de este artículo, sobre el papel de las nuevas tecnologías en la Administración local, lo comenté con unos amigos que trabajan en desarrollos informáticos para la empresa privada. Les conté las obligaciones que se les han impuesto a los ayuntamientos, con facturas electrónicas, rendiciones de cuentas en formatos informáticos, las gestiones de expedientes con seguimiento en los móviles de los concejales, la grabación y publicación de los plenos, y muchos otros aspectos de la Administración Electrónica que hoy se consideran como normales.
Mis amigos me miraban como si fuese un bicho raro, no sabían que estuviesen tan avanzados, y les contaba la constante preocupación que tiene en mi caso nuestra empresa en superar los hitos de modernización, en estar a la última en las nuevas tecnologías. Su respuesta era común: visto así, si comparamos a los ayuntamientos con la empresa privada, las soluciones actuales de la Administración están a años luz de las empresariales; y pasaban a describir la situación tecnológica en cada sector. Es una realidad, la Administración pública ha dado pasos de gigante en la modernización de sus sistemas informáticos de gestión y se encuentra en un nivel que solo las grandes empresas pueden llegar.
Un ayuntamiento de 1.000 habitantes de una zona no turística y rural cuenta con un presupuesto medio de 1 millón de euros y tiene una plantilla media de 25 trabajadores. Los gastos cubren desde los costes laborales al mantenimiento de las infraestructuras municipales, y los ingresos se reparten entre las aportaciones de organismos y los impuestos, tasas, precios públicos y contribuciones.
Son números discretos que, comparándolos con la empresa privada corresponderían a una pyme de grado medio-bajo. Sin embargo, las obligaciones de comunicaciones y rendiciones electrónicas que tiene el ayuntamiento, son mucho mayores que los de la empresa. Por ejemplo, ha de disponer de una plataforma de tratamiento de facturas electrónicas en constante comunicación con el Ministerio de Hacienda, y este con los proveedores. Esas facturas deben de ser registradas electrónicamente y pasan al sistema contable de forma automática, informando en todo momento del estado de la factura al interesado, sea por evolución o por rechazo de la misma. Periódicamente ha de informar a Hacienda si cumple con los pagos de las facturas en plazo, es decir, le detalla el período medio de pagos, que de no cumplirse tendrá consecuencias para el ayuntamiento. Este sistema de gestión y control de las facturas recibidas no está al alcance de muchas pymes, que no estan obligadas a tenerlo ni ellas ni sus proveedores. Es más, una gran empresa con una facturación superior a los seis millones de euros está obligada únicamente a controlar electrónicamente con el sistema SII sus facturas emitidas.
Imaginemos que un cliente exige a una empresa tipo pyme poder pagar desde su web las facturas, o que pueda emitir en el momento un certificado de estar al día en los pagos. Seguramente le dirán que no disponen del sistema adecuado para esto. En la Administración está a la orden del día, y con un alto nivel de exigencia por parte de los contribuyentes que piden cada vez más facilidades de comunicación acordes con los últimos dispositivos electrónicos del mercado. Y esas exigencias tocan todos los ámbitos, porque no olvidemos que es la Administración quién se ocupa de los sistemas biométricos de vigilancia, que buscan garantizar la seguridad de la sociedad a través del reconocimiento de sujetos peligrosos mediante cámaras CCTV y potentes sistemas de software.
Todo lo expuesto debería de servir para valorar con justicia a la administración electrónica y el uso de las nuevas tecnologías en los organismos públicos. Esto solo ha comenzado, nos esperan muchos avances que tendremos que asimilar con rapidez.
Cuando en el año 2003 los españoles recibimos del Ministerio de Hacienda el borrador para la liquidación del IRPF nos dimos cuenta que Hacienda tenía comunicación con las entidades en las que habíamos realizado movimientos económicos y que, para los “tramposos”, ya no valía poner en la declaración de la renta cifras no reales, porque la información la tenía la Administración y los ciudadanos teníamos que verificar errores u olvidos. Fue la primera muestra de que las nuevas tecnologías estaban presentes y se iban a quedar entre nosotros para siempre.
Director y co-fundador de WURTH S.L.