Si echamos un ojo a la última Mobile World Congress, la feria tecnológica de movilidad más importante del planeta celebrada el pasado mes de febrero en Barcelona, el 5G es, sin lugar a dudas, una de las tecnologías más mediáticas del momento. Sin tratar de restar ni un ápice de protagonismo a las pantallas, especialmente a las flexibles u otras tan novedosas como la apuesta de LG por utilizarla para potenciar el sonido con la tecnología Crystal Sound, la quinta generación de telefonía móvil ha sido la gran protagonista en la mayoría de expositores de referencia mundial.
Respecto al 5G, una tecnología a la que aún le faltan unos cuantos meses de desarrollo, surge una gran duda: ¿necesitará, al igual que la tercera generación, un nuevo dispositivo que genere necesidad o es una tecnología que se abrazará de forma inmediata por sus claras ventajas respecto a los actuales estándares? Revisando la implantación de las anteriores generaciones, recordamos la travesía por el desierto sufrida por la tercera generación durante casi siete años, no siendo hasta la salida del iPhone en 2007 cuando realmente se vio clara su necesidad para el consumo de contenidos desde el dispositivo. Por su parte, el 4G vino de la mano del vídeo en streaming y los servicios IP, por lo que, aunque conducir hacia la quinta generación parezca un paso inevitable: ¿es ahora el momento del 5G? y ¿a qué necesita agarrarse para ser altamente demandado?
El mundo tecnológico está plagado de grandes éxitos (USB, WiFi, HDMI…) y sonoros fracasos (Vídeo Beta, Televisión 3D, UMD…). Aunque las ventajas del 5G son más que claras, que este nuevo estándar tecnológico se sitúen a un lado o al otro de la balanza dependerá de que las grandes empresas de comunicación y movilidad sepan convertir en propuesta de valor los intereses de la sociedad.
A pesar del planteamiento dubitativo sobre el que presentamos este avance, y al futuro al que debe enfrentarse, el 5G parece tener un horizonte más o menos definido y sobre el que apoyarse para justificar su oportunidad: el IoT (Internet de las cosas o Internet of Things) y la inmediatez de la información. Para el usuario/a final supondrá no solo una mejora en la velocidad, sino también en el tipo de contenido, conexión y servicios de los que dispondrá. La comunicación entre dispositivos es, y será, cada vez mayor, desde los smartphones, wearables y ordenadores hasta los vehículos, bombillas y frigoríficos.
Grandes proveedoras y fabricantes, como Qualcomm, Samsung o Vodafone, ya marcan 2019 como fecha para el pistoletazo de salida, aunque otras, más prudentes, fijan sus objetivos en 2020. En la actualidad, todavía no están disponibles en el mercado dispositivos con capacidad ni autonomía de funcionamiento en 5G, lo que lleva a utilizar un protocolo llamado Non Standalone como alternativa, necesitando el apoyo en la tecnología 4G para operar y perdiendo una de las ventajas cruciales de este estándar: las bajísimas latencias de funcionamiento (1ms), la base de la inmediatez.
Esta quinta generación de tecnología de telefonía móvil viene, además, acompañada de un nuevo estándar WiFi llamado WiFi6, hasta ahora conocido como estándar 802.11ax, con mayor alcance y cobertura, menor consumo, menores interferencias, menor latencia (tiempos de respuesta) y mayor velocidad, especialmente en entornos multidispositivo que se conectan a una misma red. Este último aspecto es trascendental, sobre todo para el internet de las cosas y los numerosos dispositivos que se conectan a una red, tanto en entornos domésticos como en el mundo empresarial.
En cuanto a la empresa, es hora de analizar el futuro de la misma desde el punto de vista tecnológico y de revolución en el segmento de las comunicaciones y la movilidad. El IoT, apoyado por el 5G, es uno de los puntos de referencia en el concepto de Industria 4.0. Un término surgido por primera vez en la Feria de Hanover de Tecnología Industrial en el año 2011 y que hace referencia a una “hipotética” cuarta revolución industrial basada en la inteligencia artificial y una evolución tecnológica y social de gran trascendencia.
La industria 4.0 toma como caldo de cultivo la gran cantidad de datos que se pueden obtener, tanto de fuentes primarias como secundarias, debido a la interconexión masiva de dispositivos, la capacidad de almacenarlos y tratarlos y la generación de conocimiento en base al uso de la inteligencia artificial y a algoritmos de procesamiento sobre los mismos. La industria, y el tejido empresarial al completo, camina así hacía una forma de trabajo de conexión y cooperación, en el que la digitalización no es opcional ni una diferenciación en sí misma.
Al hablar de Industria 4.0 salta una lista interminable de conceptos, con mayor o menor grado de efecto “wow”, como BIM, machine learning, edge computing, chatbots, RFID… pero es posible hacer una agrupación en nueve categorías de los elementos que dan vida a esta revolución y transforman la industria: Big Data, robots autónomos, simulación, integración vertical y horizontal, IoT industrial, ciberseguridad, Cloud Computing, 3D y Realidad Aumentada. Algunas con mayor peso, otras más aplicables a la pequeña empresa, pero todas relevantes en una u otra área de trabajo.
Mucho se ha hablado de cada una de estas categorías a lo largo de los años, de su potencial y de su aplicación real en el mundo empresarial, pero es ahora cuando muchas de ellas cobran importancia gracias al soporte que reciben de nuevas tecnologías que les proveen los requisitos necesarios para un óptimo funcionamiento. El 5G permitirá conexiones rápidas y un mayor ancho de banda que hará que todas las tecnologías interconectadas puedan funcionar al unísono transfiriendo gran cantidad de datos en tiempo real, en dónde influyen también las bajas latencias (tiempos de respuesta) que se logrará en la comunicación entre dispositivos y máquinas.
Así, IoT opera de forma transversal a las demás tecnologías, permitiendo dar vida tecnológica al entorno empresarial. Si el ERP representa el corazón de la empresa (centro de control), el IoT son las arterias y venas que llevan y recogen el oxígeno (datos) allá dónde se necesite, enviando y recibiendo información, centralizando el control y facilitando el conocimiento.
Es posible ejemplificar el concepto de circulación y conexión que representa el IoT de la siguiente manera: los dispositivos conectados permiten la alimentación del Big Data con datos brutos recogidos de elementos tales como máquinas y robots, sensores y medidores, weareables y otros dispositivos capaces de transformar acciones en código. Con ellos puede generarse un volumen suficiente de información para su análisis y habilita la elaboración de simulaciones y predicciones del comportamiento o evolución futura, con base en la modificación de variables o parámetros. Estas simulaciones pueden apoyarse en tecnología 3D para la recreación de elementos, entornos o tareas o en la realidad virtual o aumentada, facilitando la visualización y la interacción. Este conocimiento generado retorna a los dispositivos en forma de automatizaciones o correcciones del comportamiento y/o funcionamiento, mejorando el sistema en su conjunto y comenzando de nuevo el ciclo mediante la medición de los resultados.
Pero, ¿cómo puede afectar a la pequeña empresa? Los números son claros y muestran dos velocidades en cuanto a la incorporación de tecnologías en las pymes. Observando los datos de la Cátedra de Industria Conectada de ICAI Comillas, las tecnologías con mayor porcentaje de adopción en las pequeñas pymes son las aplicaciones móviles, las redes sociales, la nube e, incluso, el IoT. Quedándose más rezagadas en robótica, especialmente en la colaborativa, la realidad aumentada o la inteligencia artificial. En los últimos años la pyme ha realizado un gran salto en este campo por la fuerte irrupción de las startups, que nacen con un carácter tecnológico muy marcado.
Quedan en el futuro muchas tecnologías por llegar como la computación cuántica, los superconductores o la eterna promesa del grafeno. Llaves en fundición que, de solidificarse correctamente, abrirán nuevas puertas y harán esta simbiosis empresa-tecnología tan fuerte como necesaria.
Antes de cerrar este artículo quedan importantes conceptos y un par de preguntas para la reflexión. Podemos asegurar que la clave se encuentra en la inmediatez de la información y la comunicación, la continuidad de los procesos y servicios evitando cuellos de botella, el conocimiento mayor de la empresa y sus interacciones, la movilidad y ubicuidad de los datos, la inmersión en las simulaciones a través de los sentidos y la interactividad en tiempo real.
En cuanto a las preguntas, surgen principalmente tres: ¿podría esta vez la industria ser la compañera de viaje que necesita esta quinta generación de las comunicaciones?, ¿llegará la revolución industrial tan rápido a la pequeña empresa? y ¿serán estas u otras las tecnologías que den el impulso definitivo a la nueva revolución industrial? Vuelvan por aquí en unos años.
Como decía Carl Sagan, divulgador científico, “la imaginación nos lleva a mundos en donde nunca estuvimos”. En este caso sabemos hacia dónde queremos ir, solo falta elegir nuestro equipaje. No es momento de esperar incentivos de las Administraciones o gobiernos, ni a la adaptación de las normas, ni a ser empujados a la incerteza por la implacable flecha del tiempo y el avance. Las revoluciones son por y para la sociedad, hagamos “incumplir” el estado entrópico de la segunda ley de la termodinámica y progresemos rápido, pero organizados en las empresas, con un plan debajo del brazo y haciendo de la transición tecnológica un agradable viaje para todos/as.